jueves, 17 de octubre de 2013

UNA HISTORIA DEL TERCER MUNDO



OTRA PARTE DEL MUNDO
Sobre los libros de Vijay Prashad.- Las naciones oscuras, Barcelona, Península, 2012, 509 páginas; y Las naciones pobres, Barcelona, Península, 2013, 493 páginas.
“Tercer mundo” no es un término peyorativo, una manera de nombrar la miseria y la corrupción, aunque éste sentido sea el que haya acabado por imponerse. “Tercermundista” se dice habitualmente, y por efecto de la ignorancia programada que distribuyen en periódicos, ensayos y declaraciones los periodistas, intelectuales y políticos reaccionarios, de aquellos hechos o situaciones que no se ajustan a los protocolos técnicos, burocráticos y legales de los países llamados “occidentales”. Es importante darse cuenta que el significado deformado del término tiene su origen entre quienes han construido la barbarie contemporánea, y que posee una implicación ideológica radical, al servir como instrumento de desvalorización (como sucede con otros términos como “República bananera”) de países y pueblos a los que, sin embargo, se trata de explotar. El desprecio con el que se dice el término ha llegado hasta el extremo de no advertir a los que así lo usan de lo despreciable que pueden ser sus propias quejas.

Al contrario que este significado muy tardío, “Tercer mundo” no fue un lugar, ni una manera de vivir. Desde las primeras páginas de Las naciones oscuras se define “Tercer mundo” como un proyecto: “Durante las batallas aparentemente interminables contra el colonialismo, los pueblos de África, Asia y América Latina soñaron con un mundo nuevo. Anhelaban dignidad por encima de cualquier cosa, pero también se propusieron que sus respectivas poblaciones vieran adecuadamente satisfechas las necesidades básicas de la vida (tierra, paz y libertad). Así que aglutinaron sus agravios y sus aspiraciones en organizaciones de varios tipos, desde donde sus dirigentes formularon posteriormente un programa de reivindicaciones” (p. 15). Ya Frantz Fanon escribía que “El Tercer Mundo está ahora frente a Europa como una masa colosal cuyo proyecto debe ser tratar de resolver los problemas a los cuales esa Europa no ha sabido aportar soluciones”. Problemas que, siguiendo las ideas de este libro, son en gran medida efectos de las políticas imperialistas de Europa y EE.UU., y que, tras los procesos de independencia, se transformaron en efectos de las políticas neocolonialistas, descritas en Las naciones pobres, el segundo tomo de este díptico histórico. Así, pues, “Tercer mundo” es el espacio político que fundaron diferentes países y pueblos que no se adscribieron al “Primer mundo” de los países capitalistas, ni al “Segundo mundo” de los países del llamado “socialismo real”.


El primer libro de Prashad sobre la historia del Tercer Mundo, Las naciones oscuras, se compone de dieciocho capítulos dedicados cada uno de ellos a una ciudad en la que se ha producido algún hecho relevante o constitutivo de este gran proyecto que, señala su autor, “ilusionó a millones de personas y engendró héroes” (p. 18). El fresco que compone su libro muestra la historia que no se ha contado, la historia de la otra parte del mundo. Pero no es la historia de la explotación del Tercer mundo, tal y como –por ejemplo- relata el demoledor libro de Eduardo Galeano Las venas abiertas de América Latina, y toda una serie de trabajos que se han dado en llamar “estudios postcoloniales”; sino la historia de una construcción política común, del intento de definir el estatuto de un gran número de países y pueblos “no alineados” del mundo contra el estatuto impuesto por las políticas (económicas, ideológicas y bélicas) capitalistas, que los definía como pueblos “subdesarrollados”, sociedades “miserables” y culturas “inferiores”. Así, pues, el libro de Prashad no es el negativo del “Tercer mundo”, formado en la mentalidad colonial, sino su “positivo”: que se hacen fuertes cuando unen sus realidades pobres frente a los poderosos, por lo que Prashad cuenta las principales comisiones, organizaciones, conferencias, y congresos en los que se encontraron los dirigentes de esos pueblos y países; que tienen un destino cuando establecen conjuntamente un programa político que los emancipa y libera al nacionalizar los bienes comunes, al socializar los medios de producción y al desarrollar un proyecto de justicia e igualdad sociales, por lo que Prashad describe los temas en discusión, los principios, las discrepancias, las ideas por las que se lucha, los intereses en juego; que pueden describir horizontes posibles para las vidas de sus habitantes cuando defienden esas vidas con actos de fuerza que acaban con la violencia de los países imperialistas, por lo que Prashad narra los enfrentamientos armados que se dieron en los procesos de descolonización, las batallas desarrolladas en el seno de la ONU y otros organismos internacionales, las estrategias comerciales contra las instituciones mercantiles dominadas por el FMI, el Banco Mundial y la OMC.

Las naciones oscuras traduce históricamente lo que afirmó en 1962 el cubano Fidel Castro (uno de los dirigentes de este proyecto, junto al egipcio Nasser, al ghanés Nkrumah, al indio Nehru o al indonesio Sukarno, entre muchos otros) en su “Segunda declaración de La Habana”: “Esta epopeya que tenemos delante la van a escribir las masas hambrientas de indios, de campesinos sin tierra, de obreros explotados, la van a escribir las masas progresistas; los intelectuales honestos y brillantes que tanto abundan en nuestras sufridas tierras de América Latina; lucha de masas y de ideas; epopeya que llevarán adelante nuestros pueblos maltratados y despreciados por el imperialismo, nuestros pueblos desconocidos hasta hoy, que ya empiezan a quitarle el sueño. Nos consideraba rebaño impotente y sumiso; y ya se empieza a asustar de ese rebaño; rebaño gigante de doscientos millones de latinoamericanos en los que advierte ya a sus sepultureros el capital monopolista yanqui. (…) La hora de su reivindicación, la hora que ella misma se ha elegido, la viene señalando, con precisión, ahora, también de un extremo a otro del continente. Ahora, esta masa anónima, esta América de color, sombría, taciturna, que canta en todo el Continente con una misma tristeza y desengaño, ahora esta masa es la que empieza a entrar definitivamente en su propia historia, la empieza a escribir con su sangre, la empieza a sufrir y a morir. Porque ahora, por los campos y las montañas de América, por las faldas de sus sierras, por sus llanuras y sus selvas, entre la soledad o en el tráfico de las ciudades o en las costas de los grandes océanos y ríos, se empieza a estremecer este mundo lleno de razones, con los puños calientes de deseos de morir por lo suyo, de conquistar sus derechos casi quinientos años burlados por unos y por otros. Ahora sí, la historia tendrá que contar con los pobres de América, con los explotados y vilipendiados de América Latina, que han decidido empezar a escribir ellos mismos, para siempre, su historia. (…) Porque esta gran humanidad ha dicho: «¡Basta!» y ha echado a andar. Y su marcha de gigantes, ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya han muerto más de una vez inútilmente”. El final de este “Tercer mundo”, que se describe en Las naciones pobres, y que se explica profusamente por el uso, por parte de EE.UU. y Europa principalmente, de la economía como forma de guerra, no contradice el discurso de Castro pues Prashad encuentra en las contradicciones que se acentúan en los últimos años el síntoma de un cambio histórico: “Las contradicciones no se podían eliminar, pues surgieron nuevas formas políticas en los barrios, en las chabolas, las granjas y los suburbios, así como en unos nuevos gobiernos que mantenían una lealtad más estrecha con las personas desechables que con quienes vivían en , universo virtual de los ricos. Ha llegado el momento en que esas contradicciones han empezado a favorecer al bloque del pueblo” (p. 391).  

Las naciones pobres difiere del primer tomo precisamente en que dirige el foco de atención hacia las políticas económicas (tipos de cambio, nuevos patrones, acuerdos comerciales, etc.) puestas en marcha por las instituciones dominantes en el ámbito de un mercado capitalista dominado por unos cuantos países. Si Las naciones oscuras muestra la lucha de los países del Tercer mundo por frenar la intervención militar y la injerencia política de los países neocoloniales, éste otro libro describe los intentos de los países del Tercer mundo por oponerse a las operaciones financieras y al dominio de las multinacionales que trasladan las imposiciones políticas al plano de los recursos esenciales para la reproducción de las condiciones de vida de los habitantes de estos países empujándoles a la pobreza, a la dependencia y a la deuda. Prashad describe los procesos que convierten las medidas económicas y comerciales en otra guerra en la que se producen muertos y heridos (directamente, como las millares de personas que fallecieron en la explosión de una fábrica de la Unión Carbide en Bhopal, India, en 1984; o indirectamente, como fruto del hambre); y espacios devastados, recursos naturales expoliados, empobrecimiento agudo de las condiciones de vida (como el que se da con la masificación de los suburbios y las ciudades-miseria). La deslocalización empresarial que busca mano de obra barata, las políticas de deuda (pp. 147 y ss.) o las políticas de ajuste son instrumentos de dominación que amplían el poder del capitalismo. Impresiona, sin embargo, la atención que Prashad pone en detallar las decisiones y acuerdos, las luchas planteadas y los documentos elaborados, a lo largo de más de cincuenta años, desde la creación en 1928 de la Liga contra el Imperialismo fundada por los dirigentes anticolonialistas hasta su liquidación alrededor de 1975 con la creación del G-7, por los dirigentes e intelectuales de los países y pueblos del Tercer Mundo. En los sucesivos Foros Sociales Mundiales (iniciados en Porto Alegre, Brasil, en 2001) encuentra Prashad algunos rasgos del proyecto que se conformó alrededor de la idea de “Tercer Mundo”: “construir un consenso político, cultural y económico que sea una alternativa a la globalización militarizada y neoliberal y a la hegemonía de Estados Unidos y sus aliados” (p. 337).

Al relato histórico agudo y esclarecedor hecho en Las naciones oscuras, le sigue el relato histórico enrevesado y excesivamente denso de Las naciones pobres. La gran cantidad de datos simplemente expuestos y la fragmentación de muchos temas complican sin necesidad este último libro. En todo caso, estos dos volúmenes ya han hecho algo fundamental: que conozcamos una historia del Tercer mundo sin la que es imposible entender la historia contemporánea, y a la que aún le falta una historia del “Cuarto mundo”, el de los pueblos indígenas, que tal vez podría iniciarse con el libro del jefe indio George Manuel The Fourth World. An Indian Reality, y cuyo proyecto podría haberse comenzado a desarrollar en la conferencia de constitución del Consejo Mundial de Pueblos Indígenas celebrada en 1974. Los dos trabajos de Prashad prueban que no ha habido fin de la historia y que la investigación histórica tienen aún mucho por hacer. (CVH)